La larga travesía de un investigador vocacional

La historia de Héctor Conesa, profesor de la UPCT, muestra las dificultades laborales y personales que generan los recortes en ciencia

Conesa instroduciendo unas raíces en la estufa de un laboratorio de la UPCT especializado en Edafología.
Conesa instroduciendo unas raíces en la estufa de un laboratorio de la UPCT especializado en Edafología.
Publicada el 23.Ene.2018

Alcanzar la estabilidad contractual es la meta principal en cualquier ámbito laboral. Hay sectores como el de la ciencia en el que dicho objetivo se convierte en una quimera y sólo unos pocos elegidos llegan a conseguirlo, eso sí, después de mucho esfuerzo y dedicación durante decenas de años. Héctor Conesa, recientemente nombrado profesor contratado doctor de la Escuela de Agrónomos de la UPCT, ha vivido personalmente esta situación y por eso compara la carrera científica con una prueba de maratón. “No solo hay que ser brillante, también tenaz, paciente y vocacional”. La UPCT acaba de recibir una subvención del Ministerio de Economía y Competitividad para financiar la estabilización de Conesa tras la finalización de su contrato Ramón y Cajal.

El programa nacional Ramón y Cajal se convoca anualmente desde 2001 con el objetivo de favorecer la contratación y posterior estabilización de investigadores jóvenes con una trayectoria científica destacada y con experiencia internacional en centros de referencia. De esta manera se busca frenar la fuga de cerebros y conseguir que el conocimiento retorne al sistema de ciencia español. Actualmente, hay tres investigadores del programa Ramón y Cajal en activo en la UPCT, los agrónomos César Petri y Raúl Zornoza y Oscar González en la Escuela de Telecomunicación.

En los últimos años, y debido a los recortes, el número de contratos ofertados dentro de este programa ha descendido de aproximadamente 750 en las primeras convocatorias a menos de 200 en las últimas. Pero el problema fundamental ha radicado en la falta de estabilización a la finalización de los contratos, que ha motivado que muchos investigadores con una dilatada experiencia hayan visto como se cernía sobre ellos la incertidumbre profesional con una clara repercusión en el aspecto personal. “Generalmente la finalización de un contrato Ramón y Cajal suele llegar con una edad en torno a los 40 años”, comenta Conesa.

Ilusión por investigar su pueblo
La estabilización de Conesa ha permitido cumplir con el espíritu fundacional del programa Ramón y Cajal. El investigador se formó como ingeniero agrónomo en la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), donde inició su doctorado en el año 2001. Dada su formación como ingeniero, tuvo varias ofertas para trabajar en la empresa privada pero la posibilidad de investigar sobre los suelos afectados por la minería en su pueblo, La Unión, despertó su vocación científica y logró unir su pasión e interés por la historia y cultura local con su formación recién acabada.

En el año 2003 se trasladó al Swiss Federal Institute of Technology de Zürich, donde desarrolló su labor investigadora durante seis años con sendas becas concedidas por la Fundación Séneca y contratos postdoctorales firmados con la propia universidad suiza. Recuerda esta época no sólo como un espaldarazo definitivo a su vocación y a su currículum científico sino también como una experiencia personal enriquecedora. Todavía hoy en día se tiene que pellizcar para creerse que estuvo en dicha universidad investigando con el suelo que se llevó desde de La Unión, dirigiendo proyectos e impartiendo clase, pues los criterios de exigencia para acceder al prestigioso instituto son muy elevados. No en vano, esta institución está situada dentro de las veinte mejores universidades del mundo y es la primera no anglosajona. Por sus instalaciones han pasado 21 premios Nobel, entre los que se encuentra Albert Einstein. Antes de incorporarse en 2011 como investigador Ramón y Cajal a la UPCT, también trabajó en la empresa privada y en el CEBAS.

A nivel personal, Conesa considera que la concesión del contrato Ramón y Cajal “supuso el privilegio de poder ejercer la vocación investigadora en mi tierra” y la llave para poder alcanzar la tan ansiada estabilidad laboral y personal. Este unionense de 39 años afirma que los investigadores del programa nacional son un “caramelo” para las instituciones donde se incorporan ya que son capaces de captar financiación. En su caso y desde 2011, ha conseguido para la UPCT más de medio millón de euros en proyectos de investigación y contratos laborales. “Los investigadores Ramón y Cajal generan buenas oportunidades para crecer en investigación”, sostiene.

“La ciencia sólo da frutos si se invierte en ella a largo plazo y todos los avances en conocimiento básico, aún no teniendo una transferencia inmediata a la sociedad, serán la base del futuro desarrollo tecnológico. Eso sólo es posible dotando de herramientas para dar estabilidad a los investigadores y que puedan desarrollar plenamente sus líneas de investigación”, añade Conesa, para quien la crisis y los recortes en ciencia han dado al traste con la generación de científicos mejor preparada, de la que se están aprovechando otros países.

El estudio de la regeneración de suelos contaminados por actividades mineras e industriales y la profundización en las relaciones suelo-planta en estos ambientes son las líneas de investigación que siguen guiando su carrera investigadora, que ha generado más de cincuenta artículos en revistas de impacto, numerosas participaciones en congresos internacionales y varias tesis doctorales, liderando cinco proyectos de investigación tanto regionales como nacionales. Conesa considera que en la carrera científica es importante el trabajo en equipo ya que “los Robinson Crusoe no llegan lejos en este campo” y agradece todo el apoyo personal y lo que ha aprendido de sus compañeros, en especial del profesor José Álvarez Rogel. “Es importantísimo estar abierto a aprender todos los días de los que te rodean para conservar la misma ilusión y humildad del primer día” asegura.

Ahora y una vez alcanzada la estabilidad contractual, Conesa recuerda los periodos de incertidumbre a lo largo de estos ya diecisiete años de carrera investigadora incluidos varios cambios de residencia, tentativas de trasladarse hacia otros ámbitos laborales y visitas a la cola del paro. “Fue fundamental el apoyo que siempre me brindaron mis padres y Raquel”, su mujer, con la que se casó al poco de serle concedido el contrato Ramón y Cajal.